Opinión 

Grietas en el hielo

Invierno

Luis Fernández-Galiano 
30/04/2019


El hielo se agrieta, y con él nuestro futuro. Las regiones polares controlan el sistema meteorológico del planeta, y la progresiva pérdida de hielo marino o glaciar está alterando significativamente las dinámicas globales del clima. A la menor reflexión de la radiación solar se añade la aportación de agua dulce a los océanos, cuyo sistema de corrientes se trastoca cuando cambian la temperatura o la salinidad, y la creciente disminución del permafrost libera metano, que se suma al CO2 proveniente de la combustión de carbón, petróleo y gas para incrementar el efecto invernadero, al cabo el principal responsable del cambio climático. El Ártico —más aún que la Antártida, protegida por una corriente circumpolar que la aísla del aire tropical— es nuestro talón de Aquiles, y en él la temperatura ha aumentado hasta 4°C, en contraste con el promedio de 1°C en el conjunto del planeta; las fotografías de Tom Hegen documentan dramáticamente las fracturas y la fusión de su capa de hielo.

Los organismos internacionales y los congresos científicos advierten acerca de los efectos del cambio climático sobre los recursos hídricos, alimentarios o energéticos, con el resultante incremento de la pobreza, las migraciones y el conflicto, pero son voces que claman en el desierto, estimulando incluso a los jóvenes escolares de los ‘Fridays for Future’ a reclamar las medidas correctoras que los adultos parecen incapaces de imponer. Pero el poder político, económico y mediático de gigantes energéticos como Exxon Mobil inclinan decisivamente la balanza del lado de los combustibles fósiles, y ni los incendios, sequías e inundaciones que han azotado medio mundo, desde California hasta Australia —por no hablar de un Chicago que ha experimentado temperaturas más bajas que las de Marte—, modifican el rumbo de colisión de la crisis climática, con el continuo crecimiento de las emisiones hacia una atmósfera que alcanza la mayor concentración de CO2 en tres millones de años.

La transición hacia las energías renovables, que son ya a menudo rentables sin necesidad de subvenciones, avanza de forma acelerada, y la experiencia de otras mutaciones —del caballo al coche, de la vela al vapor, o del teléfono fijo al móvil— hace pensar que podríamos llegar a las cotas máximas en el uso de combustibles fósiles (el llamado peak oil) antes de lo previsto, aliviando la balanza de pagos de los países importadores y alterando el equilibrio geopolítico en perjuicio de los petroestados productores. Pero el ritmo actual de fusión de los casquetes polares no se esperaba hasta fines de siglo, de manera que el avance de las renovables no puede garantizar que se llegue a tiempo para evitar lo peor, y muchos recomiendan estudiar las estrategias de países como Israel para enfrentarse a la certeza de una España árida. Los impuestos sobre el carbono y la acción gubernamental frente al cambio climático son imprescindibles, pero quizá esa grieta en el hielo no llegue nunca a cerrarse.



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