El prejuicio asocia a Frank Gehry a formas bulbosas y a edificios que no enmascaran su condición icónica, sino que hacen alarde de ella. Sin embargo, no debe olvidarse que la carrera de Gehry comenzó con una serie de casas collage californianas que desmentían con su condición povera el pomposo tono mayor de las mansiones de su entorno. Ahora, muchos años después, el arquitecto canadiense vuelve a demostrar su pericia en el tono ‘menor’ con el recientemente inaugurado Pierre Boulez Hall, un proyecto que ha regalado para apoyar uno de los empeños filantrópicos más simbólicos en los tiempos que corren: la Academia Baremboim-Said, con su famosa West-Eastern Divan Orchestra, que aglutina a músicos palestinos e israelíes.
Situado en una antiguo almacén de la Ópera de Berlín, el nuevo auditorio se inspira en el esquema envolvente de la Philharmonie de Scharoun para generar una arena de dimensiones modestas (la butaca más alejada está a sólo catorce metros), que se proyecta verticalmente en dos niveles superiores cuyo perímetro ovalado es quizá el único gesto caligráfico de la intervención. Por lo demás, predomina en el proyecto una saludable e inesperada contención (carpinterías convencionales, revestimientos de abeto claro, butacas con colores sutiles), que se debe quizá al hecho de que haya tenido que conservarse intacta la fachada original, o tal vez a que, como reconoce el propio Gehry, este haya pasado de admirar la vanguardia de Edgar Varèse a disfrutar de las Variaciones Goldberg de Bach.