En el manual de restauración a gran escala que es Berlín, entre todo lo que se reconstruyó tras la II Guerra Mundial dov’era e com’era y lo que se decidió demoler para dar paso a construcciones modernas, destaca en el justo medio —con permiso del Neues Museum de Chipperfield— la iglesia del káiser Guillermo: un conjunto en el que Egon Eiermann combinó unos refulgentes prismas de hormigón y vidrio, destinados al servicio litúrgico, con los restos del arrasado templo neorrománico, llamados a recordar el impacto de los bombardeos en la ciudad. Los dublineses Heneghan Peng junto con el experto museógrafo Ralph Appelbaum serán los encargados de mejorar la experiencia de los visitantes por la ruina, con una sutil propuesta que duplica el espacio expositivo e incluye un espacio de meditación con una lámina de agua circular que potencia el vacío del rosetón amellado por los proyectiles.[+]