Para formalizarse, la llamada arquitectura icónica que hoy contamina nuestra vida diaria ha recurrido reiteradamente a otras disciplinas como la pintura, el cine o, en mayor medida, la escultura, apropiándose de sus exitosos mecanismos de presentación en la industria de consumo. En paralelo a este proceso, pero en sentido inverso, el arte de los últimos cuarenta años se ha ‘arquitecturizado’, buscando quizá a través del espacio vivido ese hueco en la cotidianidad que las vanguardias venían reclamando desde principios del siglo XX. Siguiendo la estela de las liminares investigaciones de Juan Antonio Ramírez y Simón Marchán sobre las contaminaciones entre lo artístico y lo arquitectónico, el libro de David Moriente compila un conjunto proteico y lábil de ejemplos —envueltos por el autor bajo el concepto de ‘poéticas arquitectónicas’— que dan cuenta del trabajo de artistas como Gordon Matta-Clark, Gregor Schneider, Rachel Whiteread u Olafur Eliasson, entre otros, cuyo nexo común no es sólo el afán por la dimensión constructiva compartida por el arte y la arquitectura sino el uso del espacio como lugar desde el que plantear propuestas críticas frente a la realidad económica y social hoy imperante.