Opinión 

El patrimonio iraquí, entre la guerra y el abandono

Víctimas monumentales

Dan Cruickshank 
28/02/2003


«La vida no significa nada para nosotras; protegeremos este museo hasta la última gota de sangre», me dijo el pasado mes de noviembre Saba Al Omari, la joven conservadora del Museo de Mosul. Se cubría la cabeza con un pañuelo negro y las manos con guantes del mismo color; tenía una extraña expresión, seria y sonriente, mientras hablaba con absoluta determinación. A su lado asentía la directora del museo, que era algo mayor y no llevaba pañuelo. La directora es cristiana, y la conservadora musulmana, pero ambas —sensibles, educadas y muy inteligentes— se mostraban igualmente categóricas: resistirían con firmeza la agresión extranjera cualquiera que fuese su justificación. Durante la conversación, un reactor norteamericano o británico sobrevolaba el museo, justificando que se hubieran tapiado las ventanas altas y evacuado las piezas más frágiles, unas obras que son el orgullo de los iraquíes. Las hileras de vitrinas vacías hablaban por sí solas. El arte y la cultura de Irak están en primera línea de fuego, y sus tesoros irreemplazables sufrirán terriblemente con el país convertido en campo de batalla. Casi a diario, insistían mis compañeras iraquíes, aviones occidentales atacan objetivos en la zona norte de exclusión, donde Mosul es la ciudad más importante, y en la zona sur próxima a Kuwait. Los objetivos se califican de militares, pero esos ataques, ya sea por error o por temeridad, pueden causar daños a las personas o el patrimonio. La joven conservadora aseguraba que el museo sufre con frecuencia las sacudidas de bombas y misiles que caen en las proximidades. Debo decir que no vi pruebas de ataques recientes, pero sólo estuve tres días en Mosul. Ambas mujeres comparten un amor lindante con la veneración por la extraordinaria y antiquísima cultura de su país. Y no es sorprendente. Irak es la cuna de la civilización. Casi todo lo que Occidente considera fundamental para el progreso humano tuvo su orien en Mesopotamia, el territorio ancestral que forma el núcleo del Irak actual. El nombre, que significa tierra entre ríos, le fue dado por los griegos: la amplia llanura aluvial entre el Tigris y el Eúfrates era extremadamente fértil, un paraíso rodeado de desiertos. Allí surgieron la agricultura de regadío, la escritura, la rueda o las matemáticas, en el marco de una serie de ciudades que fueron las primeras de la historia de la humanidad. Quizá la más antigua fue Uruk, donde era rey Gilgamesh, el personaje mítico al que se atribuye el hallazgo de que la única inmortalidad genuina es la que otorga la arquitectura al constructor de ciudades... [+]


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