Acaba de abrir sus puertas el nuevo Museo del Diseño en Londres, un complejo proyecto que ha tardado diez años en completarse y que, sin apenas financiación pública, es probable que no hubiera salido adelante sin el tesón de su director, el crítico Deyan Sudjic, colaborador habitual de esta revista. Triplicando la superficie de su antigua sede en Shad Thames —que cobija ahora los archivos de la recientemente fallecida Zaha Hadid—, el museo se levanta sobre el antiguo Instituto de la Commonwealth construido en 1962, del que sólo se ha conservado su enfática cubierta en forma de paraboloide hiperbólico. Bajo esta gran carpa, el reconocido arquitecto minimalista John Pawson ha proyectado un museo amable, formado por un atrio conectado a pasarelas, donde se dispone una extensa colección de objetos que recogen la historia moderna del diseño, del mítico Ford T a los coches autónomos de Tesla, pasando por los inevitables y omnipresentes iPhones. Para hacer viable el proyecto desde el punto de vista económico, el programa museístico se ha complementado con la construcción de tres bloques de apartamentos de lujo de la mano de OMA y el estudio local Allies & Morrison (a cargo también del plan director para el cambio de uso de todo el conjunto). Los bloques de OMA son un tanto previsibles, pero dialogan con los alabeos de la cubierta del museo, contribuyendo así a sugerir una armonía basada menos en la continuidad que en el contraste.
