El gran atasco en el acceso a la vivienda será el tema central de los próximos años. Sin embargo, la ley en España no tiene modelos arquitectónicos modernos, el país se ha quedado sin industria de la construcción y el capital recela del negocio.
Una imagen fue el símbolo de la crisis de 2008: la urbanización de adosados casi terminados pero nunca habitados, abandonada a la vista de todos en una circunvalación, clausurada con unas vallas precarias y un cartel desgastado por el sol. Aquellas eran casas aspiracionales, hechas para una clase media que esperaba vivir como en los chalets de las películas. Y, a la vez, eran viviendas obsoletas antes de nacer porque imponían un coste energético altísimo. Durante los siguientes años, su imagen impuso la ética de la crisis: contra la codicia que llevó a la quiebra, la sociedad debía renunciar a construir, a añadir suciedad a su paisaje. Era la época en la que se hablaba de volver a las plazas y reparar la ciudad mejor que hacer nuevos pisos destinados a la especulación.
El urbanista Greg Clark manifestó: «Suena estúpido, pero la solución al problema de la vivienda es construir más casas». Y Luis Fernández-Galiano, el director de Arquitectura Viva, lo parafraseó en un artículo reciente: «El mensaje a los que toman las decisiones debe poner énfasis en la cantidad. Hacer más viviendas exige hacer más ciudad»...
El Mundo: Cómo hacer un millón de casas y no repetir el desastre de 2008