
Hace diez años se realizó en Roma un congreso sobre el barroco latinoamericano convocado por Paolo Portoghesi y Marcelo Fagiolo. Este congreso —que aspiraba a ser una culminación de la visión del barroco europeo y americano— fue, sin embargo, un punto de partida cuyos resultados podemos hoy visualizar con claridad.
La densa bibliografía producida durante la pasada década ha conseguido replantear una lectura del barroco que apunta a los contenidos más que a las propuestas formales.
El dogmatismo de interpretación visibilista —que había dominado el panorama una vez que el gusto por el barroco venció a las descalificaciones decimonónicas del mismo— exigía el replanteamiento que se fue generando en la posguerra.
Los modos de abordar una problemática tan compleja como ésta tendieron, en muchos casos, a adquirir esa versión unidimensional que desde la comprensión del objeto hasta un encendido disputa sobre la permanencia de su estilo sucedía en el peso de observación. Si ello sucedía en otros pares culturales, su proyección eurocéntrica en los fenómenos americanos se retrasó incluso de adjetivos descalificadores.
La apertura asociativa actual a lo que lugar a una interpretación contextual de las manifestaciones artísticas —en la que juegan papel primordial la publicación de las obras de Hauser— y las valoraciones apuntadas de Norberg-Schulz incidieron en las vislumbres de este cambio.
El libro que nos ofrece Antonio Bonet Correa —en el que se recogen algunos artículos publicados en estos años— testimonia el esfuerzo por rescatar la visión de un barroco que arraigara sobre pasiones y rasgos emergentes del poder (civil y religioso) y en las formas de participación de la fiesta.
Bonet incluye y discute conceptos de 'peruanidad' y 'participación' operantes en una lectura contrarreformista del barroco teniendo manifestaciones concretas que expresaban los modos de vida de las sociedades. Las formas eran entonces el resultado de un proceso integrador y no meramente una expresión de voluntad autónoma.
A su vez, Santiago Sebastián se aproxima al problema desde la óptica de la lectura iconográfica que recoge las tradiciones de Mathéi y Panofsky: una óptica que tiene la virtud de plantearnos claves y códigos simbólicos de un mundo hoy ya ido pero pleno de la capacidad de reconocimiento y, por ende, de comprensión...