«Tú serás arquitecto», le auguró su profesor de arte; «nunca jamás; detesto ese oficio», respondió en 1905 el joven Charles-Édouard Jeanneret. Ahora lo conocemos como Le Corbusier, maestro indiscutible de la arquitectura del siglo XX.
Escrito con motivo del 40º aniversario de su muerte, este libro se centra en la vida social de Le Corbusier. Así conocemos, por ejemplo, sus dificultades juveniles con el alemán, que «le jugaba malas pasadas», lo que le impidió ir a Zúrich a ampliar su formación técnica. La ilustración de su primer carné de identidad francés (1930) nos ofrece su retrato físico. Profesión declarada: ‘hombre de letras’ (no tenía título oficial de arquitecto). Estatura: 1,75, la de su primer Modulor, luego elevada definitivamente a 1,83 (6 pies). Pelo ya gris, ojos de color gris verdoso y tez ‘natural’.
Veamos una muestra de esta personalidad tan engreída: «Habiendo conducido muchos años un coche Voisin C12, parecido al del sultán de Marruecos y al de Maurice Chevalier, Le Corbusier intenta en vano que le ofrezcan el Fiat probado en la cubierta de la fábrica de Lingotto, en Turín, con ocasión de su viaje de 1934, asegurando a la firma italiana que tal regalo sería un gran golpe publicitario para ella.» Genio y figura.