«La Residencia es una acrópolis sembrada de chopos, donde el señor y la señora Jiménez han creado un centro para estudiantes, escuela de solidaridad, de espíritu de iniciativa, de sólida virtud. Es como un monasterio, sereno y alegre. ¡Menuda suerte para los estudiantes!». Estas palabras, escritas por Le Corbusier tras su vuelta a París después del primer viaje a España en 1928, nos sitúan de pleno en uno de los centros más originales con los que ha contado la cultura española desde 1910. En aquel ya lejano año se abrían las puertas de una institución —instalada de forma provisional en unos hotelitos de la madrileña calle de Fortuny— que, transcurridos cien años, podemos afirmar que ha dado excepcionales frutos en los ámbitos científico, humanístico y artístico en la Europa de su tiempo...