Louis Kahn, Vista del templo de Apolo en Corinto, 1951

Las grandes figuras del siglo XX transformaron el lenguaje de la arquitectura desde su familiaridad con los cánones clásicos. Aun en el caso de aquellos que no tuvieron una educación académica convencional, la sensibilidad clasicista les llegó a través del ejemplo de sus maestros, la experiencia de los viajes o la influencia capilar de las ciudades donde desarrollaron sus carreras y sus vidas. Frank Lloyd Wright fracturó los códigos clásicos después de absorberlos a través de Sullivan, que a su vez había bebido en las fuentes beauxartianas de Richardson; Mies van der Rohe depuró el lenguaje arquitectónico hasta el ‘casi nada’, y sin embargo persiguió hasta el final al fantasma clasicista de Schinkel; Le Corbusier se inspiró en las máquinas y en el cubismo, pero antes se sumergió en el mundo antiguo a través de sus itinerarios por Italia y Grecia; Alvar Aalto que, como los anteriores, tuvo una primera etapa clasicista, adjetivó su arquitectura orgánica con mármol italiano, y eligió ser enterrado bajo un capitel clásico; y Louis Kahn, también viajero por las ruinas clásicas, revisó los códigos modernos para rendir homenaje a la arquitectura de la Roma imperial. Más allá del clasicismo solemne de los años treinta o el posmoderno de los ochenta, el siglo XX no puede entenderse sin sus raíces clásicas...[+]