En muy pocas regiones de Japón se encuentran construcciones tradicionales en piedra, pues el constante riesgo de seísmos desaconseja el uso de un material tan pesado. La región de Ashino, situada entre Tokio y Yamagata, es una excepción y en ella pueden visitarse edificios antiguos construidos con la piedra local, una roca eruptiva, porosa y salpicada de cristales de feldespato. El Museo de la Piedra de Nasu se organiza a partir de dos almacenes de arroz y una casa para la ceremonia del té, construidos con piedra de Ashino en los años treinta, que debían adaptarse a la actual reglamentación antisísmica. Los almacenes rehabilitados se engarzan con las nuevas salas de exposiciones, formando un conjunto museístico, dispuesto alrededor de un estanque de poca profundidad y atravesado por caminos oblicuos que deben recorrerse necesariamente para pasar de un edificio a otro. A diferencia de la mampostería masiva de los almacenes existentes —grandes bloques de piedra toscamente labrados—, los ‘muros endebles’ de los edificios nuevos están trabajados con gran precisión, a base de piezas delgadas que contradicen la habitual solidez de la construcción pétrea. Para demostrar la versatilidad del material se han adoptado diversas técnicas. Los muros de carga de las salas que rodean el patio se han realizado a base de placas de piedra de 5 centímetros de espesor, con un armado metálico interno. Las fachadas presentan de esta forma un pautado geométrico en el que las piezas que faltan son sustituidas por láminas de mármol blanco de Carrara, que permiten la entrada de luz natural. Este tratamiento de la piedra como material ‘delicado’ se continúa en los muros de la galería del edificio de servicios, enfrentado al estanque. A cada pilar de la estructura metálica se le ha adosado un marco pétreo en el que se encaja un paño de lamas de piedra de Ashino, permitiendo el paso del aire y la luz. De esta manera, la fábrica de piedra adquiere la transparencia y la ligereza de un tejido calado...[+]