La intervención se sitúa en uno de los barrios obreros más densos de Sant Feliu de Llobregat, surgido en torno al viejo tejido industrial y tan compacto que en él fábricas y casas estaban dispuestas pared con pared. El derribo de una de las últimas manufacturas que quedaban en la zona para construir una dotación de aparcamiento subterráneo generó un gran vacío y dio pie al problema que este proyecto resuelve: el tratamiento de las paredes de los patios traseros de las casas, antes ocultas, pero ahora convertidas en la fachada del nuevo espacio urbano.

La elección de la cerámica como material para cubrir las paredes existentes se explica por la necesidad de trabajar con un material económico pero resistente a la humedad y a las heladas, además de flexible para adaptarse a la compleja geometría de las paredes medianeras y dotado de colores que pudieran evocar la memoria del pasado industrial.

Con estos objetivos, el reto fue doble: por un lado, dar con el proceso de fabricación que, dentro del presupuesto, permitiese mejorar la resistencia del material; por el otro, encontrar un módulo y una ley geométrica que hicieran posible aparejar los muros de celosía con el menor número de piezas posible, pero con la suficiente riqueza para atender todos los casos producidos a lo largo de los 150 metros de medianera que había que cubrir.

El primero de los requerimientos se resolvió utilizando cerámica esmaltada en diferentes colores y cocida a alta temperatura para reducir su higroscopicidad y mejorar su resistencia mecánica; el segundo, ideando una celosía autoportante formada por cuatro piezas: un cubo de 20 x 20 x 20 centímetros y un rombo de 20 x 13,5 centímetros macizos o agujereados. El cubo permitió optimizar la producción: puesto de cara o de través origina diferentes niveles de transparencia, mientras que colocado en espiga en la coronación de la celosía hace posible que esta siga con naturalidad las variaciones de la altura de las paredes medianeras.