Con el objetivo de suavizar los fuertes contrastes de urbanización entre el litoral y el centro de Brasil, la ciudad de Goiânia se planeó en 1937 como sede administrativa del Estado de Goiás. El proyecto para las instalaciones del centro deportivo, situado en un terreno de 20.000 metros cuadrados, partía de la idea de preservar las zonas libres, que cada vez eran más escasas por el rápido crecimiento que había experimentado el núcleo urbano con la llegada del ferrocarril.

Un gran volumen rectangular divide el solar en dos partes, el área de las piscinas y el bosque, de manera que la conexión entre ellas se produce únicamente a través del edificio. Para conseguir esta permeabilidad, el perímetro queda libre de paramentos, permitiendo el acceso por cualquier punto. Dos líneas de pilares retranqueados sostienen una losa nervada rematada por una viga de cierre que cuelga de sus extremos. Bajo esta plataforma protectora, los usos se distribuyen de forma libre a diferentes alturas. En esta ocasión, el arquitecto utiliza los soportes ideados por Vilanova Artigas para el edificio de la Facultad de Arquitectura de São Paulo. Estos reducen su sección a media altura en el punto donde se produce la articulación, materializando así la condición de momento flector mínimo.