La firma de Madrid liderada por Jorge Gallego Sánchez-Torija y María Antonia Fernández Nieto fue la encargada de transformar una edificación agrícola y ganadera, de principios del siglo XX, en una vivienda situada en un pueblo de la meseta castellana. La intervención busca preservar la identidad del espacio productivo y el carácter vernáculo de su construcción. La crujía del granero aprovecha la energía térmica mediante la inercia que le confiere el muro de adobe. La cubierta se aísla e impermeabiliza mediante un panel sándwich, colocado entre la teja vieja y la estructura de troncos y tablero de ripias de madera. Cambiando el panel ondulado por otro de policarbonato, un lucernario sobre la escalera ilumina el espacio superior e inferior. Se introduce un forjado ligero de viguetas metálicas vistas y panel sándwich para aprovechar la altura libre, sin alterar la volumetría original, pero se mantiene la altura total en los dos extremos del granero, con la escalera a un lado y una habitación en el otro. La segunda crujía, donde estaba la bodega, contaba con tres cerchas de madera. Debido a las goteras, una de ellas estaba podrida por lo que se decide quitarla y abrir un patio central que genera un espacio exterior cercano a la cocina.