Construyendo en la ‘España vacía’
Desolación y esperanza
En su sarcástica evocación de nuestro país, Mario Praz definió España como una antirromántica «península pentagonal»; metáfora cuya geometría podría completarse así: «Península pentagonal cuyo centro y lados están llenos, y cuya superficie está vacía».
Aunque raya en la hipérbole, la imagen resulta verosímil para dar cuenta de lo que Sergio del Molino ha llamado, con singular fortuna terminológica, la «España vacía» (véase Arquitectura Viva 187). ¿De qué España se trata? De la de los páramos geográficos y demográficos; la España arrasada por la emigración a las ciudades; la España agraria a la que ha dado la espalda la globalización; la España con la densidad de población más baja del continente; la España acomplejada y sin futuro que, sin embargo, ocupa la mayor parte de la penisola pentagonale.
El fenómeno del vaciamiento del campo no es nuevo, ni se ciñe al caso español. Todos los países ‘desarrollados’ tienden a desalojar sus campos de acuerdo a un proceso que comenzó en la Inglaterra de la primera Revolución Industrial y continúa hoy en China y la India a una escala escalofriante. El problema es que, en España, el vaciamiento del campo —rápido y tardío—, no se ha sabido frenar con esas medidas correctoras que tan eficaces han resultado ser en Francia, Alemania o Suiza: desde el fomento de un turismo ‘rural’ de calidad hasta la construcción de servicios y la subvención de políticas de contramigración rural, pasando por la aplicación de medidas muy restrictivas para la protección del paisaje y el patrimonio. Contra lo que suele decirse, el nivel de desarrollo de un país no lo dan sus ciudades —nunca como hoy tan igualadas—, sino sus campos. Y huelga decir que los campos de la España vacía están entre los más desolados de Europa.
Aunque el problema no pueda resolverse más que atendiendo a escalas y problemas complejos y variados, la arquitectura puede desempeñar un papel en la revitalización de los yermos demográficos de nuestro país. Tal sugieren, al menos, los cinco ejemplos seleccionados en este dosier, todos ellos edificios situados en enclaves de la España interior y que atienden a programas y contextos diversos. En el Auditorio de Illueca (Zaragoza), Magén Arquitectos han buscado respetar y al mismo tiempo revitalizar la trama urbana. En la Residencia de ancianos en Camarzana de Tera (Zamora), CSO Arquitectura ha cerrado un linde urbano con un edificio Passivhaus. En la sede de Cortes Metalúrgicos Oviedo en Valladolid, Óscar Miguel Ares (comisario de la próxima BEAU, dedicada precisamente a la España vacía) ha dado carácter a un terrain vague. En el Teleclub de Noviercas (Soria), BIZNA estudio ha levantado una pieza dotada de sentido común tanto en lo social como en lo constructivo y bioclimático. Y, finalmente, en la remodelación de la plaza de Mansilla Mayor (León), Ocamica Tudanca Arquitectos han creado un tapiz sereno y cívico.