Un largo cobertizo alberga las delicadas pinturas de Hiroshige Ando, máximo representante del estilo ukiyoe del periodo Edo (1603-1868). Característico de este pintor es el uso de pinceladas diminutas para representar de forma abstracta fenómenos naturales como la lluvia, la niebla o la bruma. El edificio del museo pretende traducir en términos espaciales el método y la filosofía del artista, utilizando para ello elementos de la arquitectura tradicional japonesa como son las pantallas de papel y las celosías de madera. Prácticamente todas las superficies verticales, así como la cubierta, están formadas por paños de lamas de cedro, árbol característico del lugar. Incluso puede decirse que el proyecto surge a partir del diseño de su pieza más elemental: la tabla de 30 x 60 milímetros, dispuesta a intervalos de 120 milímetros. La acumulación de estas piezas configura la arquitectura en un proceso inverso al habitual, donde las piezas mayores determinan las más pequeñas, cuyo diseño se aborda en la última fase. Para conseguir la necesaria protección frente a la lluvia y al viento, a la piel de lamas se le añaden diversos estratos de vidrio o de panel metálico. Este método de estratificación produce superficies de diversa condición que tamizan y difuminan la luz natural. Como resultado, el espacio interior se transforma en una especie de nube de partículas luminosas. Hacia el exterior, el museo atiende al paisaje próximo. El acceso y la galería de exposiciones temporales se concentran en el lado norte, con buenas vistas hacia la montaña. El lado sur, ciego y orientado hacia la aldea, contiene los espacios técnicos. El corazón del edificio alberga la colección permanente de pinturas de Hiroshige Ando, climáticamente aislada. Un pasaje peatonal cubierto que corta transversalmente el largo volumen a dos aguas y lo conecta con el centro de la aldea desemboca en la entrada. El recorrido por las salas de exposiciones se articula según una particular interpretación de los modos de moverse dentro de un museo...
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