Al sureste de Japón, en la montañosa provincia de Kochi se sitúa Yusuhara, una población que apenas alcanza los 5.000 habitantes, conocida por su núcleo urbano construido con madera de sugi o cedro japonés, el árbol nacional del país. Junto a su reciente ayuntamiento, estas edificaciones cuentan ahora con un nuevo referente: el museo-puente Yusuhara. Una gran viga apoyada en un único pilar central sirve para conectar dos edificios públicos, separados desde hace tiempo por una carretera. El edificio no sólo funciona como un pasaje entre los museos existentes sino también como estancia y taller, una localización ideal para una residencia de artistas.

El acceso se realiza por dos núcleos translúcidos verticales camuflados en los extremos, que contribuyen a la imagen de una construcción que flota en el aire. El desafío del proyecto radica en salvar una gran luz con elementos estructurales de pequeña dimensión, en referencia a la estructura en voladizo habitual en la arquitectura tradicional china y nipona. Esta gran viga habitada se construye a partir de un entramado de centenares de vigas perpendiculares que disminuyen en número, a medida que se acercan al pilar central. La forma resultante, un triángulo invertido, evoca el paisaje montañoso que lo rodea.