Situado a las afueras de la ciudad de Toluca, en el extremo de una anodina área industrial plagada de monótonos edificios prismáticos, se levanta el primer museo del chocolate construido por la firma suiza Nestlé. Ubicado junto a la fábrica, el nuevo edificio se ha concebido como una pieza de origami zigzagueante de color rojo de seiscientos metros cuadrados, que atraviesa el interior de las instalaciones existentes, circulando sobre las áreas de producción a través de pasillos y miradores.

La entrada al largo túnel de 300 metros —elevado unos tres metros sobre el nivel del suelo mediante pilares de hormigón—, se produce a través de un singular vestíbulo de acceso con forma de trapecio irregular atrompetado, enmarcado con neones de color blanco, en el que los únicos elementos decorativos son unos pufs con forma de tableta de chocolate. A continuación, se ha dispuesto un pequeño teatro, que junto con la tienda ubicada al final del recorrido completa el programa del museo. Por su parte, una envolvente exterior facetada, construida con chapa de acero ondulada de color rojo establece un fuerte contraste con la piel blanca y lisa del interior, donde cada uno de los paramentos adopta un matiz de color distinto que resalta la diferencia entre los planos de cerramiento...[+]