Al igual que su idioma, el mercado inmobiliario de Japón y sus peculiares normativas pueden resultar abstrusos a ojos occidentales, pero en ocasiones alumbran obras que, al igual que un haiku, concentran una imaginación desbordante en mínimo espacio. De ello da prueba una construcción que, aprovechando un vacío residual entre varias casas de una apretada aldea, se organiza en toda la largura de una pastilla de apenas 1,8 metros de ancho, tan solo ‘ampliada’ hasta 5 metros en la cocina. Vivienda acaso extrema, su juego de altillos y dobles alturas, así como la estudiada colocación de ventanas y salidas al jardín, la libran empero de la agobiante sensación de túnel.
















