Ayuntamiento y pasaje, Innsbruck
Dominique Perrault Architecture 


Kieran Long

Innsbruck se sentiría más cómoda en la tapa de un caja de bombones que en las páginas de una revista de arquitectura. Pero esta ciudad austríaca, capital de Tirol, está construyendo una serie de mini grands projets que se suman a su rico patrimonio, con destacados ejemplos medievales, renacentistas y barrocos. El ayuntamiento, hotel y centro comercial de Dominique Perrault, último de estos proyectos contemporáneos, aporta un corazón contemporáneo a la ciudad antigua

La obra, que pudo llevarse a cabo con la financiación de una sociedad de participación pública y privada, combina nuevas concejalías y una sala de plenos con un centro comercial. Un paseo cubierto establece conexiones peatonales a través de este conjunto, que ofrece excelentes escaparates para el pequeño comercio, zonas de restauración y un hotel de lujo en el mismísimo centro urbano.

Podría parecer que Innsbruck ha resultado desfavorecida en esta insólita asociación porque el salón de plenos del ayuntamiento está en el ático y las oficinas municipales son atractivas pero austeras. Pero se trata de un esquema pragmático, tanto en su construcción como en su financiación. Aunque las autoridades públicas invirtieron en el proyecto, la mayor parte del capital procede de un promotor privado. Conciliar los intereses de la ciudad, el promotor, los arrendatarios y los vecinos ha sido uno de los aspectos más desafiantes del proceso.

La iniciativa suscitó controversia desde el primer momento porque se trataba de ocupar, en palabras de Ralf Levedag, arquitecto jefe del estudio de Perrault, una «jungla urbana», un espacio central densamente arbolado. Después de convencer a un grupo de manifestantes para que se desencadenaran de los árboles dieron comienzo las conversaciones de éstos con los concejales, que intentaban persuadirlos de los beneficios que un centro comercial contemporáneo podía aportar a una ciudad histórica.

La ordenación en torno a una galería comercial en L puede parecer extraña, pero resulta más comprensible cuando se piensa que este esquema se ampliará hasta convertirse en una T cuando se realice una nueva conexión con la Anichstrasse. Y fue necesario argumentar decididamente a favor de estos enlaces, ya que, por lo general, los promotores comerciales imponen recorridos que limitan las opciones de los clientes y maximizan la visibilidad de los escaparates. Finalmente, Perrault consiguió materializar estas conexiones y también una torre acristalada a modo de observatorio, que actúa como eje del conjunto en términos de circulación y atracción visual. Partiendo de este espacio completamente público hay cuatro plantas de oficinas municipales, culminadas por el nuevo salón de plenos, que contempla la ciudad desde siete plantas de altura.

Desde fuera, el edificio es difícil de asimilar. Una gran parte queda oculta tras la fachada del Altes Rathaus, el antiguo ayuntamiento, y sólo el hotel aparece exento. El proyecto no es tímido, pero se integra ingeniosamente en el tejido urbano; la composición de las fachadas complementa las del centro barroco, pero también evidencia algunos de los aspectos más significativos del trabajo de Perrault. La disposición de las lamas, los paneles opacos y los huecos crean un característico efecto de capas a través de recursos sencillos. Aunque el arquitecto francés es conocido por sus edificios de acero y vidrio, las de Innsbruck no son las típicas cajas herméticas. Su exterior lo manifiesta con el tejido de malla metálica atirantado que cubre los lucernarios de la galería comercial y la sala de plenos, una versión avanzada del que empleó en su reciente mediateca de Venissieux o en la Gran Biblioteca de París.

Los arquitectos conocen el tejido de acero utilizado en este proyecto como bambú, por su evidente similitud con la caña fuerte y flexible. Los extremos están ligeramente deshilachados, de modo que estos paños no se interpretan tanto como telas perfectamente confeccionadas, sino como toldos rugosos. El efecto es satisfactorio y produce una sombra más eficaz que el vidrio grafiado. Un sistema de muelles permite que las telas soporten sobrecargas de nieve de hasta 30 centímetros de flecha en invierno. Mientras el paisaje de cubierta parece una colección de carpas y terrazas, las fachadas son más formales, con bandas de vidrio claro y vidrio capilar (planos que contienen miles de diminutos tubos) utilizados aquí como filtros semitransparentes. Cada oficina ocupa dos o cuatro de estos módulos.

Consumidores y ciudadanos

El más impresionante espacio interior es el patio del Altes Rathaus, que da a la Maria Theresienstrasse, en el extremo este del conjunto. Un nuevo bloque de oficinas cierra el patio conformado por tres frentes de edificación, y una cubierta de vidrio con paneles coloreados obra del artista francés Daniel Buren arroja una luz tamizada sobre el pasaje. La cubierta sobresale alrededor de un metro por encima del edificio existente, y su ambiente interior no está acondicionado. El arquitecto lo describe como un espacio semiexterior, ahora ocupado por tiendas de una sola planta. Desde ahí, el visitante va accediendo al espacio acondicionado que conecta la Maria Theresienstrasse con la Adolf Pichler Platz. A primera vista, no resulta muy distinto de cualquier otro centro comercial, pero existen diferencias: la generosidad en las proporciones y la luz natural. El pasaje incluye también la recepción del ayuntamiento. La integración de usos públicos y comerciales funciona, desmitifica la actividad de las autoridades públicas y las hace más accesibles. El vestíbulo del ayuntamiento se sitúa en la base del ‘campanile’ vítreo, que ofrece un contrapunto al perfil de la ciudad, poblado de cúpulas. Las vistas de los Alpes tiroleses son espectaculares. Otra intervención artística, en este caso de Peter Kögler, actúa como filtro para la luz en el lado sur de la torre.

La necesidad de maximizar el espacio comercial forzó al arquitecto a transigir en algunos aspectos, fundamentalmente en la incorporación de kioscos en el patio del Altes Rathaus, que comprometen su carácter. Los restaurantes ocupan la planta baja del hotel y se abren al pasaje. Ello significa que no disponen de espacio exterior y, a pesar de sus llamativos interiores, no resultan acogedores. La excepción es el restaurante del ático junto a la sala de plenos, que posee una espectacular terraza.

En planta baja el edificio resulta algo decepcionante. Es inevitable pensar que la necesidad de crear un recorrido lineal ha convertido un proyecto potencialmente emocionante en un centro comercial sólo ligeramente mejor que los que encuentran los turistas en sus respectivos países. Perrault intentó persuadir al promotor para que no fuese excesivamente aséptico, y éste es el compromiso más serio con un cliente que Levedag describe como «multicefálico». De hecho, aquí Perrault retoma ideas sobre cómo intervenir en centros consolidados, extendiéndose con sensibilidad en la ciudad histórica. Esto alcanza al interior de las oficinas, que son maravillosamente sencillas y serenas.

El arquitecto está con razón orgulloso del resultado, teniendo en cuenta la gran diversidad de usos e intereses de los clientes. Es una pena que la planta baja tenga un aspecto tan comercial, pero esta circunstancia podría considerarse igualmente como un punto fuerte. Situar el ayuntamiento dentro de un centro comercial, convirtiendo al ciudadano en consumidor, es algo que puede resultarnos familiar, incluso si no nos sentimos orgullosos de ello. El edificio se ha convertido ya en un hito de Innsbruck y en un referente para este tipo de ‘alianzas’ entre los intereses públicos y privados...[+]


Cliente Client
Ayuntamiento de Innsbruck, Rathauspassage 

Arquitectos Architects
Dominique Perrault

Colaboradores Collaborators
Reichert, Pranschke, Maluche (arquitectos asociados associate architects), R. Levedag, A. Stecher, A. Speicher, J. Thibault, M. Fritsch, M. Maconi, N. Höhne, R. Centmayer, P. Castro-Ricardo, S. Hub, T. Bengesser; Ludwigstorff & Hösel (paisajismo landscaping)

Fotos Photos
Roland Halbe