Desde la clausura, por motivos de seguridad, de la antigua Iglesia de Alcalá —finalmente demolida en el año 2011— los vecinos del barrio han intentado sin éxito su reconstrucción. A fin de responder a esa demanda social, la Parroquia de Candelaria, el Obispado, el Gobierno autonómico y el Ayuntamiento han aunado esfuerzos en los últimos años para hacer posible la construcción de un nuevo templo. En una zona sin referentes arquitectónicos, la nueva iglesia debía, por un lado, restituir la desaparecida ermita y, por otro, constituir un nuevo hito urbano para el barrio de Alcalá.

El proyecto habla de la tradición, de la recuperación de la memoria de aquella vieja construcción que se alzaba solitaria sobre el malpaís que subyace aún hoy bajo el asfalto. El nuevo templo se formaliza en dos naves diferenciadas: la antigua y la nueva. Un único espacio interior se traduce en dos volúmenes diferentes desde el exterior. Uno recupera la forma y posición de la antigua ermita, en una reinterpretación de la arquitectura tradicional de las islas. Al reconstruirla se ha intentado recuperar su memoria y atenuar el sentimiento de pérdida que causó su demolición. Los muros son nuevos, pero el aire que encierran es el mismo y condensa todos los momentos vividos. La imagen de la Virgen de la Candelaria, muy venerada en las islas, especialmente en Tenerife, vuelve a ocupar el mismo lugar de antaño, en la cabecera del cuerpo antiguo, protegida ahora en una hornacina que, a modo de cueva, evoca la leyenda de su aparición a los aborígenes guanches. El otro volumen, a modo de llama —el fuego de la candela— busca la verticalidad, dotando de mayor representatividad al espacio interior. Este culmina con un tragaluz que ilumina el presbiterio y conecta ambas naves, simbolizando el vínculo entre tradición y modernidad.

La agregación de volúmenes enraíza con la arquitectura religiosa vernácula, de crecimiento por naves a las que se adosa un patio. La descomposición de la edificación en volúmenes diferenciados responde también a las rígidas condiciones urbanísticas, que obligan a la alineación a vial en todo el perímetro.

La sencillez de los materiales utilizados y el empleo de recursos como la iluminación natural confieren al espacio un carácter ascético que busca lo esencial. El cuerpo que rememora la antigua ermita se ejecuta en hormigón ciclópeo con recuperación de la piedra natural existente en el solar. El acabado escodado de este cuerpo se remata, a la manera tradicional, con un albeo de cal. El blanco de la cal contrasta con el ocre empleado en la nave nueva, que se construye también en hormigón, aquí teñido en masa y abujardado con distintas intensidades...[+][+]