A pesar de la apariencia doméstica de los edificios que componen el complejo de la Gran Muralla, su función turística y la sucesión temporal de los usuarios se presta a experimentos que la condición doméstica habitual rara vez permite. En este contexto de arquitectura-manifiesto, esta casa, que funciona como hotel, se concibe como un ejercicio en torno a los conceptos de intimidad, flexibilidad y espontaneidad. La vivienda se configura por superposición de tres estratos distintos. En el nivel más bajo se sitúan los espacios fijos en cuanto a su uso: la lavandería, las habitaciones del servicio, la sauna y otras dependencias secundarias. La planta superior, que hace las veces de piano nobile, contiene los rasgos esenciales del manifiesto arquitectónico. Un espacio diáfano de cuarenta y cuatro metros de largura y cinco de anchura constituye el punto de partida para la fragmentación del espacio. En función de las necesidades, una serie de paneles que forman parte del suelo giran y se mantienen en vertical gracias a un muelle de gas, trabajando como tabiques y dejando al descubierto un nivel intermedio aproximadamente un metro más bajo que el suelo, en el que se encuentran los dormitorios, la cocina, dos cuartos de baño, los espacios de almacén y otros de carácter especial, destinados a la meditación y a la audición de música.
Estos pequeños espacios se sitúan por todo el perímetro en la parte correspondiente al voladizo, en una franja que tiene distinta anchura en las fachadas largas que en las cortas. Su disposición a modo de maletas —de ahí el nombre de la casa— permite que el huésped pueda abrirlos y mantenerlos verticales mientras los usa, y cerrarlos después haciéndolos desaparecer bajo el suelo uniforme de madera. Para procurarse una cierta privacidad y un tamaño más adecuado, los dormitorios se sitúan en los extremos de la planta —allí donde el área en voladizo es mayor— dentro de dos huecos sensiblemente cuadrados. La existencia de varias entradas, dos en la planta principal para los clientes y una en la planta baja para el servicio, permite una gran flexibilidad de ocupación.
Con la intención de beneficiarse al máximo de la aportación calórica del sol en un clima continental extremo y, sobre todo, para disfrutar de las impresionantes vistas de la Gran Muralla sin obstáculos, la casa adopta una orientación norte-sur, con una fachada totalmente acristalada hacia cada lado. Fiel al turístico concepto de maleta abatible, la escalera que da acceso a la terraza de cubierta sale del techo y se pliega, en función de las necesidades. Desde allí el paisaje aparece en su totalidad... [+]
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Gary Chang, Edge Design
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