A menos de un centenar de metros del parque de La Villette, la compañía de almacenes y comercios generales de París posee un terreno de cinco hectáreas conocido como Espace Pont de Flandre que alberga toda una serie de construcciones industriales levantadas en la segunda mitad del siglo XIX. Para revalorizar la zona y sacar partido de este emplazamiento singular, la empresa se ha propuesto rehabilitar los almacenes existentes y completar el conjunto con construcciones de nueva planta para albergar oficinas y servicios. Las vías del tren al norte e importantes vías de tráfico rodado en el resto de su perímetro confieren al ámbito de la actuación unos límites nítidos —subrayados mediante masas de árboles—, definiendo una imagen propia.

Siguiendo la dirección establecida por los almacenes existentes, la nueva construcción se distribuye en cinco bandas paralelas en dirección este-oeste sobre un aparcamiento subterráneo de dos plantas. Para articular las dos mitades en las que se divide la actuación, una plaza se abre en el centro de la parcela cruzada transversalmente por el eje que definen la dársena entre los almacenes y el estanque junto a la entrada principal de las nuevas oficinas. El espacio público central —sobre el que vuelcan la cafetería y las dependencias más frecuentadas—se define visualmente como una sucesión de testeros apuntados resultantes de mostrar los lados cortos de estos volúmenes de cubierta a dos aguas, que se unen dos a dos alrededor de un núcleo de ascensores, escaleras y aseos. Una grieta vertical acristalada deja adivinar en fachada la presencia de este núcleo en torno al cual la planta de cada uno de los tres edificios se hace más ancha. La posición de la escalera perpendicular a la fachada unido a la generosa altura de piso permite instalar entreplantas cuando sea necesario.

Para definir el volumen elemental de las nuevas oficinas se ha empleado una piel de acero, lamas de terracota y paneles de vidrio que garantiza la continuidad visual de las piezas de nueva planta con las existentes, sin renunciar a una imagen contemporánea. Pero estas piezas de barro no fueron elegidas sólo para facilitar la continuidad visual; también se favoreció su uso en los paños longitudinales para mejorar el comportamiento acústico frente a los ruidos provenientes del tráfico ferroviario y reducir el consumo energético tanto en invierno como en verano. Una sucesión de bastidores metálicos sustenta las lamas cerámicas, empleando un módulo de 1,35 metros que facilita al interior la división racional de los despachos en unas crujías apenas interrumpidas por la hilera central de pilares...[+]