En una zona de Manchester llamada New Islington, cuya imagen está dominada por los canales que la surcan y por los vestigios construidos de la época industrial, este es el primer edificio residencial que se levanta en mucho tiempo. Los tres volúmenes alargados y quebrados, que tienen una longitud cercana a los 100 metros y una anchura de unos 14 metros, comparten la misma altura y se apilan y desplazan entre sí.

El programa comprende, además de los 142 apartamentos de 1, 2 y 3 dormitorios, una serie de espacios comerciales en la planta baja. Los apartamentos se abren al exterior mediante terrazas que se retranquean con respecto del plano de fachada y cuyas paredes pintadas de vivos colores contrastan con el cromatismo más sobrio del conjunto. Su distribución interior se organiza en torno a un núcleo central compuesto por la cocina y el baño, de manera tal que el resto de la superficie puede abrirse o compartimentarse mediante grandes pantallas plegables.

Por su parte, los muros compuestos que componen el perímetro del edificio tienen un revestimiento tatuado con unos textos periodísticos de tamaño gigante cuya tipografía remite a las raíces decimonónicas de esta parte de la ciudad.