Richard Ingersoll

Cuando la capilla de Notre Dame du Haut en Ronchamp mostró su cara en 1955, conmocionó al mundo de la arquitectura. Que Le Corbusier —para muchos arquitectos modernos, la encarnación del profeta de la arquitectura racionalista— hubiese proyectado tal aberración era algo difícil de comprender o aceptar para la mayor parte de sus seguidores. James Stirling, en un artículo en la Architectural Review, se hizo eco de la desconfianza general del Movimiento Moderno hacia la aventura expresionista del maestro. ¡El poeta del ángulo recto había abandonado completamente la ‘ortogonal’! Pese a ello, la iglesia de Le Corbusier ha acabado siendo una de las obras maestras indiscutibles de la arquitectura del siglo XX, y es, en palabras de William Curtis, «un edificio cuyo misterio espacial no tiene parangón en la época moderna» .

En 2006, cuando se encargó al arquitecto italiano Renzo Piano el proyecto de algunos añadidos y ajustes en los alrededores de la capilla, un segundo escándalo estalló en torno a Ronchamp. La Fundación Le Corbusier, apoyada por un elenco de excelentes arquitectos e historiadores, orquestó una agria campaña para impedir la construcción de las nuevas piezas, consideradas como una agresión a un lugar que —como patrimonio moderno— debería, según ellos, conservarse a perpetuidad en su estado original. La hostilidad al proyecto llevó a Piano a introducir varios cambios en su propuesta, incluyendo el traslado de las nuevas piezas a una distancia de la fachada sur de la iglesia que más o menos duplicaba la inicialmente prevista...