Ruanda, país tradicionalmente llamado ’tierra de las mil colinas’ por sus terrenos fértiles y montañosos, cuenta con una de las densidades de población más altas de África y con una tasa de alfabetización estimada del 70%, aunque no más del 5% de la población haya recibido educación secundaria. En este contexto, situado en la ciudad de Nyanza en un solar al borde de la carretera que conecta las dos ciudades más importantes del país, Kigali y Butare, y construido a partir de una iniciativa privada, se levanta un nuevo centro de formación que quiere ser un punto de referencia educativa, ofreciendo opciones de capacitación a la población local.

El conjunto se presenta como un volumen de carácter pétreo que emerge del paisaje, tomando como referencia las tipologías tradicionales agrarias comunes en la región. Las diferentes piezas que lo integran —incluida una construcción preexistente en el solar— se agrupan en torno a una plaza central, convertida en núcleo del proyecto. Hacia ella se orientan las distintas partes del programa, de manera que el edificio se muestre permeable hacia el interior y prácticamente ciego hacia el exterior. Tan sólo el volumen ocupado por la tienda de fotocopias, el café y la zona de Internet, cuenta con una entrada desde el exterior, desde la cual se accede a todo el conjunto. Entre las piezas y la plaza central aparecen, a modo de filtro, soportales y patios interiores, a excepción del espacio destinado al comedor —utilizado también para celebraciones y proyección de películas— que abre sus puertas directamente hacia la plaza principal y delimita el perímetro del edificio.

El lenguaje formal del proyecto hace referencia al empleo de la arcilla como elemento tradicional de construcción: con ella se han fabricado los ladrillos que, junto al acero y el mimbre, se presentan como los tres únicos materiales del edificio. La artesanía local se integra en los revestimientos de papiro de los techos y en el trenzado del mimbre de las puertas, promoviéndose así la participación de artesanos locales en su construcción. Un sencillo sistema de ventilación integrado en los muros de ladrillo, unido a la inercia térmica de los mismos, proporciona una climatización natural de los espacios interiores. Por su parte, las cubiertas inclinadas orientadas hacia el patio permiten la recogida de aguas pluviales, un bien muy escaso en esta latitud.