Un ramal artificial del río Meno vertebra la zona del antiguo puerto fluvial de Würzburg, ciudad universitaria del sur de Alemania rodeada por viñedos. Inmersa en un proceso de renovación que sigue la tendencia de recuperación de espacios industriales generalizada en Europa en los últimos años, la ciudad ha promovido la reconversión y ampliación de un silo de grano construido en 1904 para transformarlo en un centro cultural cuyos fondos están compuestos principalmente por la colección Peter C. Ruppert de arte concreto y el catálogo municipal de arte moderno y contemporáneo.

El edificio, cuya escala destaca en este entorno fabril, presenta una doble frontalidad que atiende a su situación entre la ciudad y el río. El proyecto preserva en gran medida la tectónica de los elementos originales, lo que no ha impedido intervenir con decisión a requerimiento del programa. La actuación se centra así en tres frentes: alzados, interior y elementos superpuestos. Mientras que la configuración inicial de las fachadas se modifica ligeramente con la apertura de algunos vanos singulares y accesos secundarios, el interior ha sido vaciado por completo para construir un recinto de hormigón que, sin entrar en contacto con los muros existentes, formaliza una nueva disposición adecuada para el uso expositivo.

El silo acompaña el curso del agua con unos planos pétreos que ven sólo interrumpida su continuidad matérica en el vestíbulo principal. Este espacio, que conecta la plaza de acceso con un espacio aterrazado sobre el río, deja al desnudo una impresionante estructura espacial de madera que se extiende en toda su altura hasta alcanzar la cubierta convertida en lucernario. Tanto las escaleras como las circulaciones horizontales se sitúan en un espacio que se extiende longitudinalmente entre el volumen exterior y el segundo contenedor a lo largo de la fachada suroeste. Como estrategia de proyecto, cuatro prismas de nueva creación concentran toda la superficie de la ampliación: dos volúmenes de vidrio verde —que contienen salas de exposiciones temporales, talleres y cafetería—se disponen junto a la salida al río, potenciando la axialidad del conjunto y rompiendo puntualmente la atonalidad de los muros de piedra. El programa se complementa con otros dos cuerpos cúbicos que, situados en los extremos del edificio, someten su tamaño y geometría al ritmo impuesto por las fachadas. El revestimiento de lamas de piedra caliza—que opone a su aparente opacidad una permeabilidad lumínica matizada— presenta un aspecto cambiante que caracteriza este ambiguo diálogo de estereotomías.