Sobre una ladera cultivada con frutales —y abierta a las vistas de los Alpes— un edificio rural de dos plantas debía ampliarse con estancias que completaran los ámbitos de día de la vivienda inicial, en la parcela ocupada por un antiguo pajar. El proyecto se entiende entonces como una sucesión de filtros que orquestan la secuencia espacial desde la estructura cerrada y oscura del caserón existente a la extensión abierta del paisaje. Con un baño, la cocina y el comedor situados a ras del suelo, el salón-estudio disfruta de la panorámica visible desde la planta alta. Una escalera exterior comunica el jardín con la terraza del nivel superior y separa el volumen de la casa de una envolvente de lamas verticales de abeto que tamizan la luz, reinterpretando los porches y balcones calados presentes en tipologías de la arquitectura tradicional...
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