El encargo parte de dos premisas principales: garantizar las vistas al Ranco, uno de los lagos más grandes de Chile, y la fácil adaptación de la casa a distintas situaciones (cuando los dueños estén solos, con sus hijos o con más invitados).

La propuesta final de Guillermo Hevia y Catalina Poblete consistió en una casa curva, que rota 45° para maximizar las vistas y romper la monotonía de un volumen recto. La estructura emplea un exoesqueleto de acero, configurada mediante una única sección repetitiva y sistematizada, siguiendo un diagrama curvo en planta. Todos los elementos estructurales se dejan a la vista, tanto en el exterior como en el interior. Las piezas prefabricadas de acero, seleccionadas por su durabilidad, fueron montadas en el terreno en los meses secos, para así poder trabajar en las terminaciones e interiores durante los periodos lluviosos.

Con una superficie total de 320 metros cuadrados, la vivienda está fragmentada en dos áreas principales: una pública, más cercana al acceso vehicular, y una privada, en la parte trasera. Los espacios sociales (sala de estar, comedor y cocina) están ubicados en la curva de la casa y se complementan con dos terrazas: una cubierta y cerrada, y otra exterior, orientada al sol. Las cinco habitaciones con baño están conectadas por un corredor que permite la ventilación cruzada y el acceso de la luz solar directa.