Ubicada en un espeso bosque del sur de Chile, cerca de la ciudad de Puerto Varas, esta vivienda se presenta como un volumen compacto, elevado sobre una secuencia de arcos que reducen al mínimo el contacto con el suelo. Esta estrategia constructiva del estudio liderado por Diego Daiber y David Aceituno enfatiza el encuentro entre dos planos horizontales disímiles.

En el nivel inferior se disponen las áreas comunes, caracterizadas por aberturas controladas que refuerzan la noción de refugio. En el segundo piso se encuentran dos dormitorios y un baño, dispuestos a ambos lados de un vacío central que funciona como el núcleo del proyecto. Esta cavidad genera una doble altura rematada por una abertura superior que, junto con dos ventanas en los dormitorios y un ventanal orientado al norte, permite introducir luz natural en un entorno sombrío. Frente a este ventanal, un espejo empotrado en el balcón del segundo nivel actúa como una ventana interior, que refleja y amplifica la luminosidad hacia el primer piso.

Con una composición sobria y regular, la casa establece un diálogo directo entre la arquitectura y su entorno, asumiendo el desafío de habitar un paisaje indómito.