Situada en el corazón de un denso bosque, cerca de la localidad de Vilches, en el centro de Chile, la Casa A se concibe como el resultado formal del encuentro entre dos mundos disímiles: el arte y la arquitectura. Ambos dialogan a propósito de este proyecto, que ha consistido en la reforma de una casa preexistente y en una pequeña intervención paisajística en su entorno inmediato.

De la construcción preexistente (una cabaña de madera, compacta, con cubierta a dos aguas, de estilo ‘alpino’) se demolieron aquellos cuerpos que, como agregados artificiales, invadían el bosque y rompían la pureza geométrica original de la casa. También se eliminó todo el material sentimental acumulado por los antiguos propietarios a lo largo de los últimos 35 años, que convertían a la casa en un rincón inteligible sólo por los familiares y sus recuerdos. Deshacer este tiempo acumulado desclavando los cuadros, carteles, fotografías, etcétera, colgados en sus paredes, y blanqueando el interior de la cabaña, fue así la primera y única decisión formal realmente relevante acometida en el proyecto.

Esta decisión, sin embargo, se acompañó también de otras medidas orientadas a poner en valor, en el singular contexto del bosque, el escueto volumen así conseguido. Se construyeron en torno a él dos terrazas-rampa, formando un zócalo que atraviesa la planta baja de la casa de lado a lado, como si de una pequeña y artificial colina negra se tratase. De este modo, la casa consigue despegarse del suelo: tanto desde los pequeños dormitorios que se sitúan en la planta de arriba como desde el mirador que se vuelca hacia el horizonte formado por los cerros cercanos.

Una pequeña instalación artística activa, por su parte, el entorno paisajístico inmediato: sesenta bloques basálticos, de gran tamaño y de secciones diferentes, pueblan azarosamente el suelo del bosque cercano y la propia casa. Sin embargo, no fue la premeditación del artista, sino el descuido de los transportistas quien ha definido su rigurosa posición.