Can Lis, Mallorca
Jørn Utzon 

Can Lis, Mallorca

Jørn Utzon 


Tras dejar Australia en 1966, Utzon decidió construir un refugio donde poder descansar junto con su familia y en Mallorca encontró el lugar ideal. Sin embargo, con el paso del tiempo Can Lis se convirtió, como el resto de su escasa obra, en lugar de peregrinación para los aprendices del oficio y en 1994 decidieron trasladarse a Can Feliz.

Can Lis se sitúa en lo alto de un abrupto acantilado, veinte metros sobre el Mediterráneo, y está formada por una serie de pabellones que buscan la mejor orientación sobre la topografía. Desde el camino que bordea el litoral, el conjunto queda oculto detrás de un muro quebrado; tan sólo un zaguán y un banco cerámico señalan el acceso. Traspasado el umbral, un recorrido al aire libre encadena los patios de entrada a cada una de las piezas. En lugar de alinearse frente al mar, los diferentes volúmenes siguen un orden basado en la posición del sol, la colocación de los árboles y la relación entre sus funciones. La casa reproduce el hábitat de los primeros pobladores, para quienes la vida se realizaba al aire libre y la caverna era el refugio donde esperar a que amainase. Por eso, en los interiores se ofrece una espalda protegida para apoyar los muebles y unos frentes abocinados que exageran el espesor de los muros. Las carpinterías de madera, situadas en la cara exterior de los muros, son invisibles desde el interior.

Al estudiar las construcciones tradicionales de la isla, Utzon encontró un sistema —a base de bloques de marés y forjados de bovedillas— que se adaptaba perfectamente a su filosofía constructiva basada en la modulación. La partición del pavimento, formado por losetas de piedra de Santanyí, refleja la geometría del techo, enfatizando la precisión y el carácter sistemático del proyecto. En 1992, se llevaron a cabo una serie de reformas para solucionar diferentes patologías por infiltración cubriendo con tejas cerámicas el remate de los muros. Este mismo año comenzó la construcción de Can Feliz, lejos del mar, en un terreno montañoso cerca del castillo de Santueri.

La planta de Can Feliz se distribuye siguiendo un esquema tripartito sobre una plataforma aterrazada que se adapta al terreno. En este caso, las diferentes estancias se ordenan de forma paralela y compacta, sin espacios intersticiales entre ellas. Los muros laterales que separan las tres zonas principales se elevan sobre el resto mediante un perfil escalonado rematado por tejas cerámicas. Esta jerarquización, en la que destacan unos muros sobre otros, descompone la rotundidad volumétrica que caracterizaba Can Lis, creando una imagen menos abstracta y más cercana a la arquitectura popular de la isla.