El cambio del papel al formato digital implica reconsiderar el rol de la biblioteca como institución y como tipología edificatoria. Para mantener su importancia en la era de la información, las bibliotecas contemporáneas deben conservar la funcionalidad y calidad espacial que tradicionalmente han caracterizado a estos edificios con la intención de seguir sirviendo a los usuarios tradicionales y, al mismo tiempo, deben generar espacios y usos alternativos para atraer a un público nuevo. Así, el diseño de la Biblioteca Nacional de Israel —un encargo de 2013— atiende a la tradición arquitectónica de esta histórica ciudad con el objetivo de establecerse como un edificio apropiado para los tiempos actuales y para su contexto inmediato.

Localizado en un solar triangular en pendiente entre la construcción heterogénea del nuevo recinto de Jerusalén, la Biblioteca Nacional se sitúa entre dos de las principales instituciones de la ciudad: el Museo de Israel y el Knesset.

Conceptualmente, el edificio es abierto y transparente pero al mismo tiempo sigue enraizado en las tradiciones de las grandes bibliotecas y de la propia ciudad. Como en el pasado, los libros ocupan el centro, creando una base estable que contrasta y equilibra los constantes cambios tecnológicos. Los libros anclan el edificio al suelo y están visibles al público desde un gran vacío central. Este vacío, formado por círculos apilados y rematado por un lucernario circular, modela y organiza el interior: atraviesa todos los niveles y conecta las salas de lectura, las zonas públicas y la administración con la colección inferior, donde grandes almacenes subterráneos albergan la mayoría de los volúmenes y crean la base del edificio. Las dos primeras plantas están formadas por elementos que emulan grandes vitrinas de exposición, y que dialogan con la calle al mostrar su contenido y volcar sus actividades hacia el exterior. Sobre ellas, un escultural volumen pétreo corona el conjunto y evoca la masividad de la arquitectura histórica de Jerusalén. Esta pieza es como una gran piedra tallada por el contexto, cuya planta triangular responde a la forma del solar y cuya altura se adapta a la escala de los edificios adyacentes. Elevado sobre el entorno, el volumen arroja sombra y aporta masa térmica para aislar los espacios interiores. El comportamiento sostenible del edificio se asegura con la combinación de masa térmica, sombra, paneles solares en la cubierta y un sótano térmico relleno de piedras, que sirve para enfriar el aire.