Situada en el distrito más grande y menos poblado de Berlín, la nueva biblioteca central de Köpenick se alza no lejos del río Dahme, sobre el solar de lo que antaño fue la plaza del mercado de una pequeña localidad dedicada, primero, a la agricultura —más del 40% de los bosques de Berlín están aún hoy en Köpenick— y, después, a la industria. La presencia de este contexto es explícita tanto en los planteamientos iniciales del concurso como en la elección de los materiales y los sistemas constructivos con que se ha levantado el edificio, algo que es habitual en la obra de sus autores, formados en la escuela de Venecia y muy influidos por las ideas de Aldo Rossi sobre la morfología de las ciudades.

Desde el punto de vista urbano, la atención al contexto forma parte de la estrategia de ocupación del solar. Con el fin de liberar la mayor parte de suelo público posible, de tal modo que pudiese recuperarse la huella histórica del antiguo mercado, el proyecto parte de una volumetría muy compacta, cuyo interior se extiende, practicamente sin solución de continuidad, a lo largo de las tres alturas del edificio. La influencia del contexto es evidente asimismo en la forma que adopta el volumen construido, así como en la disposición tectónica de sus materiales. Así, el edificio se inspira en la arquitectura industrial vernácula —cuya imagen característica es el remate de los alzados con el perfil en diente de sierra— para configurar una cubierta rematada por gabletes unidos por secciones de paraboloide hiperbólico. La referencia industrial es evidente también en la utilización en los cerramientos exteriores de ladrillo tosco rejuntado con mortero de cal, una combinación que genera una imagen exterior pesada y rotunda que se asocia en el imaginario a la idea arquetípica de la fábrica.

Recortados plásticamente sobre este fondo cerámico, los huecos se disponen azarosamente sobre la fachada, horadándola libremente sin que existan vínculos entre las cotas de imposta exteriores y los niveles interiores. Hacia fuera, la profundidad tectónica del cerramiento se potencia enrasando a haces interiores las carpinterías de madera, mientras que hacia dentro dichas carpinterías se realzan mediante un marco que se perfila sobre la fábrica de ladrillo pintada directamente de blanco.

Este potente cerramiento, sobrio, casi agresivo, protege con sus 64 centímetros de espesor —la sección permite garantizar la estabilidad térmica adecuada para la conservación de los libros— un interior cálido y ligero, modelado por la luz que se cuela por las ventanas y los lucernarios, generando una atmósfera serena sólo alterada por los juegos visuales que se forman a lo largo del paseo arquitectónico que, conectando distintos niveles, se produce cuando el usuario parte en busca del libro.