Ingeniería y arquitectura son disciplinas complementarias en este proyecto, que renueva el sistema de transportes de la ciudad y se convierte en símbolo optimista de su regeneración. La conexión de Bilbao con su área metropolitana se traza mayoritariamente en superficie, pero hay tramos subterráneos como el que transcurre entre Elorrieta y el casco antiguo en la línea Plentzia-Basauri, donde las galerías curvas revelan la forma inherente al sistema de perforación. Los vestíbulos y escaleras se conciben como elementos exentos y ligeros, suspendidos de la bóveda del túnel, en tanto que las bocas de las estaciones se diseñan como crisálidas cristalinas, fácilmente reconocibles por los usuarios y asimilables a cualquier contexto urbano. La pulcritud minimalista del diseño se extiende a los detalles, entre los cuales el sistema de señalética.