Compuesto por una vivienda adaptada, un restaurante y un diminuto centro de asistencia, este proyecto es una especie de pequeño experimento tipológico. El programa se dispone en un total de cien metros cuadrados desplegados en un conjunto de cinco piezas de madera que, con su planta cuadrada y su cubierta inclinada, evocan la idea de una cabaña elemental o de un pequeño santuario. Cada una de ellas asume una función diferente (dormitorio principal y secundario, aseo, cocina y comedor), pero se macla con las colindantes para generar un tapiz orgánico que contribuye a integrar el edificio en el frondoso bosque donde se sitúa.

Servido por dos mujeres en la sesentena —una trabajadora social y una cocinera—, el complejo sirve para dar almuerzos a la comunidad local, al tiempo que para asistir a discapacitados. Esta utopía social se complementa con una utopía ergonómica basada en la exploración radical de soluciones y estrategias pensadas para favorecer la movilidad de las personas mayores. Así, los distintas salas carecen de barreras arquitectónicas; los aparatos sanitarios no se colocan encastrados, sino dispuestos en recintos pasantes; y el baño resulta directamente accesible a través de una suave rampa helicoidal. Por lo demás, la altura de los espacios y los grandes ventanales ayudan a crear una atmósfera grata y abierta a la naturaleza...[+]