Fruto de un concurso público convocado por el Arzobispado en el año 2000, el edificio responde a la vieja aspiración del barrio pamplonés de San Jorge de contar con una digna dotación religiosa, lo que venía esperando desde hacía más de treinta años. El programa contemplaba la construcción de una iglesia para 400 personas, con una capilla en su interior más pequeña que permitiera el uso diario para una cuarta parte del aforo. El centro parroquial se completaba con despachos, salas para usos diversos, aulas de catequesis y, además, dos viviendas para sacerdotes y un pequeño apartamento para visitas. El planeamiento urbanístico preveía la implantación del edificio en una zona rodeada por bloques de viviendas que alcanzan alturas de hasta ocho plantas, con dos plazas situadas a ambos lados del solar. La relación con estas plazas y la conexión entre ellas fueron el punto de partida a la hora de proyectar el edificio. La iglesia se levanta perpendicularmente a la avenida principal, siguiendo la secuencia de los edificios que la acompañan, y asume así unas reglas que le ayudan a ocupar su emplazamiento con naturalidad y discreción.

Un amplio atrio cumple las funciones de vestíbulo exterior, poniendo en relación las dos plazas, al tiempo que añade un interesante episodio urbano para quien simplemente lo atraviesa y sirve como punto de encuentro y recogimiento previo al ingreso en el templo; a su vez conecta éste con el centro parroquial. En este último, las viviendas de los sacerdotes se han situado en la planta superior. Un patio elevado que recorre toda la longitud de la fachada permite iluminarlas sin problemas de privacidad. Tres piezas —atrio, templo y centro parroquial—, que se funden bajo una piel e imagen única, confieren al conjunto un cierto carácter de iglesia fortaleza que trata de defenderse de lo que la rodea, pero que también intenta crear un telón de fondo neutro como contraposición al entorno edificado.

El interior del templo se resuelve de un modo escueto en cuanto a formas y materiales, con los muros de hormigón construidos del mismo modo que los exteriores. Esta unidad constructiva permite que sea la luz el elemento fundamental que confiere a la nave el necesario recogimiento para la celebración del culto y la oración. Al pie de la iglesia una vidriera de alabastro tamiza la luz que entra desde el atrio. Sobre el presbiterio, un lucernario permite iluminar con mayor intensidad los elementos litúrgicos. Una gran viga pantalla de hormigón divide la nave en dos espacios; el principal y más amplio de ellos para las celebraciones dominicales, y el más pequeño destinado a capilla de uso diario.