La editorial Arquitectura Viva acaba de lanzar un volumen sobre Eduardo Souto de Moura, con prólogo de Luis Fernández-Galiano y un artículo introductorio firmado por Kenneth Frampton. Es esta una exhaustiva revisión que, a lo largo de trescientas cuarenta páginas, recorre cuarenta y cinco obras construidas entre 1980 y 2025, comenzando con el mercado de Carandá en Braga y terminando con la Quinta do Ribeiro en las inmediaciones de la misma ciudad. Cuarenta y cinco obras entre las que se incluyen las más conocidas del portugués, pero también algunas que no han sido tan divulgadas, cuya publicación constituye en sí misma un valor editorial.
Se trata, en mi opinión, de la más completa monografía elaborada hasta el momento del arquitecto, y llama la atención su abundante material tanto gráfico como fotográfico. Un aspecto, por cierto, en absoluto banal en el caso de una publicación como la que nos ocupa, pues la profusión documental, siempre y cuando responda a una rigurosa selección y esté bien ordenada, resulta especialmente útil a la hora de analizar y entender las obras y su materialización, ya que permite relacionar de manera clara las imágenes y los dibujos constructivos.
Compilado cronológicamente, sin necesidad de diferenciar particularidades de naturaleza temporal, geográfica o temática, el volumen busca transmitir al lector, más allá del valor individual de cada trabajo, el valor abrumador que adquiere la totalidad de una obra al tiempo caudalosa e intensa, dejando traslucir la admiración implícita por un autor que ha identificado vida con pasión por su quehacer. Los que tenemos la suerte de considerarnos amigos de Eduardo, y por tanto de conocer a la persona tanto como al profesional, no tenemos dificultad para entender esta publicación como el homenaje a una síntesis de vida y arquitectura, una experiencia que desafortunadamente no es fácil encontrar en un mundo donde la obra ha empezado a ser más dependiente de un resultado corporativo que personal, y de procesos dominados por razones exógenas a la disciplina en vez de por argumentos sustentados en ella.
Se podría decir que el armazón conceptual que vertebra este prolijo trabajo se basa en cinco ideas. En primer lugar, un equilibrio entre la atención al contexto como punto de partida y una ilustrada abstracción como instrumento esencial para materializar el encargo; después, el entendimiento del proyecto como instrumento utilísimo para la puesta en valor y la recualificación del paisaje sobre el que se actúa, sea natural o urbanizado. A ello siguen el manejo de la materialidad como recurso en el desarrollo del proyecto, la concepción de la estructura como elemento primordial para ordenarlo y, finalmente, la refinada elaboración del detalle desde la sencillez.
Todo esto hace posible que la unidad del conjunto sea compatible con la especificidad de cada obra; una coexistencia que siempre resulta extraordinaria y difícil, pero que bien se puede apreciar en cada una de las obras incluidas en esta publicación. Unidad conceptual y diversidad contextual.