Un vacío académico provocado por las tribulaciones políticas llevó a Rafael Moneo a Barcelona en 1971. Fue una suerte para la Escuela de aquella ciudad y tal vez una desgracia para la de Madrid, que perdió con ello uno de sus profesores y arquitectos más brillantes. En cuanto a Moneo, los años barceloneses serían los de la completa maduración de su genio profesional—gestaría por entonces la sede de Bankinter en Madrid o el Ayuntamiento de Logroño—, pero también los de la sazón de su siempre firme compromiso tanto con el intelecto —se convertiría enseguida en uno de los protagonistas de la revista ArquitecturasBis— cuanto con la academia, como muestra bien este libro editado desde Barcelona con sabia oportunidad y rigor profesional por Carolina B. García Estévez.
Rafael Moneo: una manera de enseñar la arquitectura parte del propósito, en principio limitado, de agavillar en un único tomo de quinientas páginas —del que se han tirado apenas quinientos ejemplares— la memoria del programa de la asignatura de Elementos de Composición que Moneo presentó a las oposiciones de cátedra, así como los enunciados de los ejercicios de curso desde 1971 a 1976, algunas lecciones de doctorado y una colección de apuntes sobre temas diversos publicados asimismo durante aquellos años en los cuadernillos de cátedra que por entonces se estilaban en las escuelas de arquitectura.
Pasados ya más de cuatro décadas desde aquellos afanes, lo que podría ser mera anécdota de registro se convierte en un importante documento no sólo de la manera en que Moneo entendía entonces la arquitectura—que, como reconoce el protagonista en el revelador prólogo, coincide en lo sustancial con la que sigue teniendo hoy—, sino también del complejo y en muchos sentidos contradictorio panorama de la disciplina en la década de 1970, marcada por las tensiones entre la búsqueda de un diseño objetivo de raíz sociológica, la sensibilidad por lo medioambiental, la influencia más bien cargante de los estudios semióticos y estructuralistas, y el interés por la historia y los aspectos más disciplinares de la arquitectura.
Este libro podría considerarse, por tanto, como un libro sobre el Moneo que todavía no había dado el salto a la ‘fama’, pero que ya poseía todas las herramientas intelectuales de un gran arquitecto. Pero es también un libro sobre el Zeitgeist, por cuanto en sus páginas el arquitecto navarro se convierte en vocero unas veces y en crítico otras muchas de las ideas que entonces revoloteaban por el horizonte de la disciplina. Es el caso de la memoria de cátedra recogida en el libro, donde Moneo rehúye el término estrecho de ‘elementos de composición’ para ampliarlo a los muchos más contemporáneos de ‘principios de diseño’ y ‘lenguaje de la arquitectura’, radiogafiando de paso, pero con seguridad y tino, todas las corrientes de la época de una manera que, pasado el tiempo, no puede verse sino con admiración, tal es la precisión y amplitud de miras que demostraba tener Moneo en sus planteamientos de aquellos años.
Por su parte, en los ejercicios de curso el navarro aparece como un hábil trazador de problemas proyectuales, utilizando con tal fin modelos de muy variada condición —de Voysey a Krier, pasando por Le Corbusier, Aalto o Alexander, entre otros muchos—, que forman un conjunto variopinto que de por sí es un síntoma del fértil eclecticismo intelectual que era ya por entonces marca de la casa: un eclecticismo exigente y siempre alerta que cabe entender como el fruto de la inmarcesible avidez de conocimiento del maestro.
Frutos de esta avidez intelectual—que sigue definiendo, a sus ochenta años, al Moneo de hoy— son también los ensayos incluidos en el libro, algunos de ellos escritos en colaboración con Ignasi de Solà-Morales, Juan Antonio Cortés y el ingeniero Carlos Fernández Casado, y dedicados a temas variados y en cierto sentido de circunstancias, como la teoría de arquitectura del siglo xix, los modos de dibujar de algunos arquitectos o incluso la estructuras reticulares de hormigón armado. Destaca entre los anteriores el texto donde Moneo glosa y valora las ideas de Aldo Rossi con ocasión de la propuesta de 1974 para el Cementerio de Módena: un escrito precursor donde nuestro protagonista despliega su capacidad como crítico de arquitectura y su valentía a la hora de escribir sobre el trabajo de sus colegas, y que, traducido en la revista Oppositions en 1976, fue el primero de tal calado publicado sobre Rossi en los Estados Unidos.
Por todo ello, más que un testimonio atractivo sólo para historiadores, estas ‘Lecciones desde Barcelona’ constituyen una estupenda introducción al universo intelectual de Moneo, y una declaración implícita de su pasión por la disciplina.