No es seguro que la vida explique la obra, pero sin duda la peripecia biográfica arroja luz sobre el contexto en el que se desarrolla una trayectoria creativa. Este es el caso de dos libros recientes sobre Frank Gehry y Rafael Moneo, que nos ayudan a entender mejor las arquitecturas de ambos. La del californiano es una biografía en sentido estricto, y por cierto la primera que escribe su autor, el eminente crítico Paul Goldberger; la del navarro, por su parte, combina el relato biográfico con la descripción de siete de sus obras y el comentario de su pensamiento arquitectónico, tarea que realizan conjuntamente Francisco González de Canales —que fue comisario de la muestra de Moneo en la Fundación Barrié de la Maza— y el profesor emérito de Cambridge Nicholas Ray.
Goldberger, que ha escrito en The New York Times —por cuyos artículos obtuvo el premio Pulitzer— The New Yorker y Vanity Fair, ha elaborado lo que más puede aproximarse a una biografía autorizada, al estar basada en un gran número de entrevistas con su protagonista, así como el libre acceso a los archivos del que reiteradamente se describe como el arquitecto más famoso del mundo. Gehry aceptó en su día abstenerse de revisar el texto, pero esta circunstancia no dota al libro de un mayor componente crítico, ya que la admiración de su autor por el arquitecto raya en la devoción, lo que hace a la obra tan abundante en luces y escasa en sombras que Ingrid D. Rowland llegó a calificarla de ‘hagiografía’ en The New York Review of Books.
Al margen de su tono invariablemente positivo, la obra de Goldberger sobre Frank Owen Goldberg —Gehry llegó a sugerir como título ‘Goldberger on Goldberg’—, está muy bien documentada, estupendamente escrita, y ofrece un cúmulo de informaciones útiles para desentrañar sus influencias artísticas, la relación con sus clientes y el funcionamiento de su oficina. Desde la experiencia en el despacho de William Pereira o el descubrimiento de los pliegues de la estatuaria clásica en un viaje por Europa con los historiadores del arte Irving y Marilyn Lavin hasta el papel jugado en el estudio por personajes como Jim Gymph —que introdujo el CATIA— o el joven arquitecto Edwin Chan —que estuvo al frente del proyecto del Guggenheim bilbaíno—, pasando por la importancia de clientes como Peter Lewis, Rolf Fehlbaum o Thomas Krens, la variedad de noticias contenidas en sus páginas harán de esta biografía una obra esencial de referencia sobre el arquitecto.
Algo así cabe decir del libro sobre Moneo, si bien aquí resulta inevitable comentar de forma independiente sus tres partes. La propiamente biográfica, que ocupa las primeras cien páginas, registra las vicisitudes de una trayectoria vital iniciada en Tudela en 1937, describiendo en detalle los años de formación con Oíza, Utzon o en Roma, prestando gran atención a su labor docente en Barcelona o Harvard, y añadiendo útiles excursos histórico-geográficos que ayuden a situarse al lector anglosajón; hay pocas informaciones nuevas, pero todo ello se expone con orden y claridad. La segunda parte presenta siete obras —Bankinter, Logroño, Mérida, Miró, Kursaal, Murcia y Los Ángeles— y tanto la selección de los proyectos como el relato de su desarrollo resulta eficaz y convincente. Menos afortunada es quizá la tercera y última parte sobre el pensamiento de Moneo, que si bien en sus primeros compases remite razonablemente a Ortega y Gasset, Torres Balbás, Zevi o Rossi, después introduce referencias como Deleuze, Negri o Spinoza más difíciles de aceptar pacíficamente en la genealogía intelectual de Rafael Moneo.
Pero estas objeciones para nada afectan al valor indudable de un libro necesario, que además se completa con la primera traducción al inglés de ‘La vida de los edificios’, un texto sobre las ampliaciones de la Mezquita de Córdoba que figura entre los más influyentes de Rafael Moneo, arquitecto y profesor cuya obra construida es inseparable de su enseñanza y de su reflexión.
