Si Renzo Piano fuera una célula, el núcleo de su ADN sería una imagen de los astilleros de Génova; si la célula fuera Norman Foster, la hélice tendría la secuencia de un cómic de ciencia ficción; y si fueran Jacques Herzog y Pierre de Meuron, su pared tendría la textura rugosa de un traje de Beuys.
De estas metáforas están hechas las biografías. A estas alturas del siglo XXI, es raro leer la arquitectura desde la autoría y menos desde ese conjunto de datos que llamamos biografía: educación, sensibilidad, obsesiones, temperamento, suerte, conexiones… Más a menudo nos enfrentamos a la disciplina con la actitud de quien resuelve un problema matemático. Cada proyecto es una incógnita a cuya solución habrá de llegarse a través de una investigación más o menos sistemática. Claro que la vida no es una ecuación.
La colección ‘Retratos’ (editada por Arquitectura Viva) es un conjunto de nueve cuadernos y cerca de 800 páginas dedicados a explicar a nueve arquitectos (en realidad diez: uno de los libros se centra en la pareja Herzog & de Meuron) a partir de los textos que el director de la revista, Luis Fernández-Galiano, les ha dedicado a lo largo de 35 años de crítica, ensayo y periodismo. En realidad, no debe de haber más de seis o siete párrafos en toda la obra que hayan sido compuestos con la intención explícita de informar sobre la vida de alguien, de hacer biografía. Sin embargo, los ensayos de Fernández-Galiano se leen como se leen los quests de Jean Echenoz, como relatos vitales escondidos que se revelan por caminos secretos.
Eisenman, Miralles, Herzog & de Meuron, Koolhaas, Gehry, Moneo, Foster y Piano son casos de estudio para Fernández-Galiano en esta colección. Sin embargo, el más novelesco de todos sus cuadernos es el dedicado a Calatrava. A lo largo de 13 artículos publicados entre 1989 y 2020, el autor acompaña al arquitecto valenciano y casi que lo convierte en un personaje de novela rusa del siglo XIX. Calatrava aparece desde la primera línea dispuesto a caminar por la finísima línea que separa lo genial de lo ridículo. A medida que pasan los años, se empeña cada vez más en caer del lado equivocado, pero, como si fuera el príncipe Myshkin, su retrato conserva siempre una pizca de dulzura y melancolía.
Hay una lectura más de la colección ‘Retratos’ que va más allá del hecho biográfico: los nueve cuadernos son también la crónica de un tiempo, de una época en la historia de la arquitectura en la que algunos estudios gozaron de un poder nunca antes visto. El péndulo de la historia nos lleva hoy a ver todo lo que hubo de equivocado en esa época. Bien, muchos de los reproches son razonables: la arrogancia, el nihilismo, el pactismo… Pero la comparación de estas nueve historias demuestra que, como mínimo, hay vida en su historia. Hay vidas.