La torre Shanghái, que ya se erige como el segundo edificio más alto del mundo, sólo superado por el Burj Khalifa dubaití, se ha inaugurado recientemente en la capital económica china. El rascacielos, diseñado por el experimentado estudio norteamericano Gensler junto con la oficina local 2DEFINE Architecture, cuenta con 632 metros de altura y 128 plantas. Su construcción, todo un reto a nivel técnico, se ha prolongado durante algo más de seis años.

El nuevo gigante asiático es una esbelta estructura vertical de forma cilíndrica, sobre la que se superpone una doble piel vítrea. La capa exterior del revestimiento se enrosca sobre sí misma para ofrecer una menor resistencia a la acción del viento, al tiempo que dota a la torre de su característica apariencia. Además, este sistema de doble fachada también sirve para crear una cámara de aire entre las dos capas que funciona como un aislante térmico pasivo y suaviza los efectos del duro clima de Shanghái.

Desde el momento de su concepción, los arquitectos incidieron en los aspectos del diseño más ligados a la sostenibilidad de la construcción. En consecuencia, el edificio presenta diversos mecanismos de eficiencia energética, entre los que se cuentan un sistema geotérmico de aprovechamiento de la temperatura terrestre, una serie de dispositivos colectores de agua o un conjunto de ascensores de alta velocidad que generan energía con su movimiento.