Londres se estudiará como uno de los ejemplos más sobresalientes de transformación urbana merced a los poderes del capitalismo financiero. En menos de veinte años, la capital decadente de la década de 1980 se transformó en la metrópolis pujante cuyo éxito económico se acabó materializando en el inopinado skyline que hoy tiene la City, cuyo primer hito fue el edificio 30 St Mary Axe de Norman Foster. Ahora, quince años después del primer rascacielos londinense, el estudio de Foster ha presentado el proyecto de una torre -mirador de 305 metros de altura que, de ser finalmente construida, sería la más alta de la capital británica, por encima del Shard de Renzo Piano.
Si las formas orgánicas del 30 St Mary Axe le hicieron merecedor del mote de ‘pepinillo’ (The Gherkin), la torre que se levantará junto a él recuerda, más bien, a un tulipán bulboso o tal vez a ese falo que, en el fondo, simbolizan todos los rascacielos. Financiado por el actual propietario de The Gherkin, el Grupo J. Safra, el mirador no tendría otros usos que los lúdicos, estaría dotado de pasarelas transparentes y cabinas giratorias, y haría probablemente las delicias de los turistas, aunque no de ciertos sectores de la población y de la crítica especializada, que ven en el edificio un icono prescindible.