El Kursaal, San Sebastián
Transparencia densa
A Rafael Moneo se le ha descrito como un arquitecto que no está interesado en cultivar un estilo personal. Concretamente, Antón Capitel dijo en un viejo artículo que Moneo entiende la disciplina como «el reflexivo empleo de recursos diversos, buscando en vez de una arquitectura propia de su tiempo, la arquitectura más propia de cada ocasión.» Esta idea es aún válida para analizar su obra. Al contrario de lo que ocurre con la mayoría de sus colegas de renombre, Moneo empieza cada obra con la frescura de la primera. Así, continúa sorprendiéndonos, y en la sorpresa incluye unas dosis de riesgo nada desdeñables. Vayamos por partes. Si la respuesta personal al lugar ha sido un tema implícito y explícito en su trayectoria, difícilmente podríamos imaginar un lugar con tanta densidad de significados como el solar K de San Sebastián. Después de tres concursos y una dura polémica por el derribo del antiguo casino, y tras casi veinte años de agujero, la ciudad exigía mucho de este emplazamiento excepcional, donde se decidió levantar un auditorio y un palacio de congresos. «El solar del Kursaal es todavía hoy un accidente geográfico», afirmaba Moneo en la memoria del concurso. Y avanzaba la clave de su proyecto: se trataba de no continuar el ensanche del Gros, que habría ocultado la presencia del río Urumea. En lugar de ello, el Kursaal debía aparecer como «dos gigantescas rocas que quedaron varadas en la desembocadura del Urumea.»...[+]