El nuevo Museo de la Universidad de Navarra, que acaba de terminan Rafael Moneo en Pamplona, fue un encargo indirecto. Cuando hace una década, la coleccionista María Josefa Huarte Beaumont —hija del magnate de la construcción y político Félix Huarte—, decidió donar su excelente colección de medio centenar de piezas (entre ellas obras de Picasso, Chillida o Tàpies), puso a la universidad tres condiciones: que la colección permaneciera unida, que estuviera abierta al público y que el arquitecto del edificio donde se expondría fuese Moneo. Las tres se han cumplido y, visto el resultado, la decisión de encargar el proyecto al pritzker navarro —autor de una decena de museos— ha sido acertada.
Concebido como una pieza que arropa al resto de edificios del campus, teje entre ellos nuevas relaciones y cose el conjunto con la trama de Pamplona, el museo no sólo albergará el legado de Huarte Beaumont, sino también el importante fondo fotográfico de la Universidad: un total de 10.000 fotografías y 100.000 negativos entre las que destacan los correspondientes a la colección de José Ortiz-Echagüe, el extraordinario fotógrafo folclorista. Basándose en ideas como la sencillez de esquema, la funcionalidad flexible y la compartimentación adecuada de los espacios expositivos, Moneo ha levantado una pieza baja, horizontal, configurada por tres volúmenes correspondientes al programa —auditorio, salas de exposición y pieza de almacenamiento— y definida por una materialidad austera, la misma que resulta reconocible en otras obras del maestro navarro: hormigón armado en la fachada, y piedra natural y madera en los interiores.