Los cambios ocurridos en los órganos de gestión de la política de vivienda en España con la reordenación autonómica han de traducirse en la arquitectura, y ello sin que se dé desde su inicio una búsqueda expresa de una arquitectura nacional. En Cataluña cuando ésta se ha dado como con la arquitectura civil gótica, el «modernisme», o con menor significación con el «noucentisme», ha sido la culminación expresiva de un proceso esencialmente complejo, de raíz socio-política, donde las búsquedas formales de un conjunto vario de arquitectos ha llegado a forjar un léxico, un estilo a través de diversas contribuciones mutuas y un soporte de producción que ha constituido la expresión de la época. Esta se formaliza en una relación específica de ciudadanía, y en concreto en una particular forma de ciudad. Sin esta dimensión urbana, que incide en la escena de lo cotidiano y transforma las relaciones sociales, la arquitectura permanecería como un hecho aislado más o menos pintoresco, más o menos ilustrativo. No se está por un reduccionismo de la arquitectura a los edificios públicos de la ciudad, sino especialmente por la conformación de los nuevos trazados reguladores de la misma, los nuevos espacios y la arquitectura civil corriente que los configura. Pero interesa dejar claro que cuando se ha producido esta congruencia entre arquitectura y sociedad nunca ha sido resultado de una búsqueda arquitectónica abstracta de laboratorio, desligada de la sociedad que la ha precisado y producido...[+]