Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano son tal vez la pareja más internacional de la arquitectura española. Con sedes en Madrid y Berlín, su estudio se comporta como una máquina perfectamente engrasada, capaz de ganar una veintena de concursos en la última década y siempre con la calidad que refleja, por ejemplo, el reciente volumen que la editorial Electa ha dedicado a su obra, o la exposición que hasta hace poco pudo verse en la Fundación MAST de Bolonia. No es unanimidad, sin embargo, lo que concitan todos sus proyectos, y la reciente apertura del Mercado Barceló de Madrid da cumplida cuenta de ello. Fruto de un concurso ganado en 2004 para sustituir una vieja dotación de barrio levantada en 1956, y ampliarla con nuevos usos como un polideportivo y una biblioteca, el proyecto presenta muchas de las virtudes reconocibles de la obra de los madrileños: claridad funcional, geometrías poderosas y experimentación material. Pero ello no ha impedido que la inauguración haya traído consigo críticas que, además de poner en duda la escala del volumen y las trincheras que generan las rampas de acceso subterráneo, se han centrado en el diseño de los puestos del mercado, y también en los retrasos de ejecución y desvíos presupuestarios de un proyecto afectado por la crisis política y económica que vive el Ayuntamiento de Madrid. Será el tiempo, sin embargo, el que dictamine si este singular edificio pasa a formar o no parte del imaginario colectivo de la capital.