Hijo de un matrimonio japonés que emigró a Seattle, Minoru Yamasaki (1912-1986) cumplió con creces el sueño americano, pasando de trabajar en una fábrica de conservas para pagar sus estudios en la Universidad de Washington a coronar el techo del planeta con su proyecto del World Trade Center en Nueva York. Sin embargo, a pesar de su indiscutible éxito profesional, nunca gozó del afecto de la crítica.
Su figura quedó injustamente ensombrecida tras el polvo de dos derribos históricos: el ataque suicida a las Torres Gemelas, cuya retransmisión en directo marcó el imaginario colectivo del siglo xxi, y la voladura controlada para acabar con el conflicto social enquistado en una de sus primeras obras, las viviendas Pruitt-Igoe, suceso que se identificó simbólicamente con el fracaso del Movimiento Moderno.
La minuciosa monografía escrita por Dale Allen Gyure —profesor de la Lawrence Tech University— profundiza en la trayectoria de Yamasaki, reclamando su papel fundamental en la segunda mitad del siglo xx, más allá de las etiquetas que lo tachan de corporativo o populista.
Como se extrae de las conferencias y artículos que se citan en el libro, la aparente ambigüedad de su lenguaje—entre moderno e historicista— responde a una clara voluntad de humanizar la experiencia arquitectónica, enriqueciendo el rigor racionalista imperante mediante la atención a los aspectos sensoriales y emocionales que descubrió al visitar construcciones como el Taj Mahal o la plaza de San Marcos.
En la última etapa de su carrera su producción siguió multiplicándose (llegando incluso a Madrid en 1982 con la Torre Picasso) pero perdió intensidad creativa. Como sugiere el autor, este declive pudo deberse al simple desgaste vital o, quizás, al desánimo provocado por las críticas demoledoras que sistemáticamente atacaban las Torres Gemelas, el proyecto más importante de su vida.