Materia oriental
Cuatro experimentos en Vietnam
Es difícil encontrar un país que haya tenido una historia moderna más atribulada. La codicia de Occidente quiso convertir Vietnam en enorme colonia productiva al mismo tiempo que avanzadilla geopolítica en el Extremo Oriente. Primero fueron los franceses, que plantaron su bandera en aquel bello y ancestral país en el siglo XIX y no la desclavaron hasta 1954, tras una guerra absurda y ominosa; los estadounidenses siguieron su estela, y su afán sostenido por las estrategias de la Guerra Fría se convirtió pronto en la guerra abrasadora del napalm y el agente naranja, que solo pudo concluir en 1975 con la célebre imagen del helicóptero evacuando funcionarios americanos de Saigón.
Los casi tres millones de muertos de aquella guerra, unidos a la inercia del telón de acero que se tendió también sobre las tierras tropicales, mantuvieron lastrado al país durante dos décadas. Con todo, y a pesar de las guerras con Camboya, las tensiones con China o la pertinaz hostilidad hacia Estados Unidos, Vietnam supo iniciar, como su gran vecino del norte, un proceso de apertura que, sin discutir la autoridad del Partido Comunista, abrió los mercados al capitalismo y promovió la propiedad privada y la inversión extranjera mientras cuidaba la salud pública y la educación.
El resultado es que hoy Vietnam es uno de los países con mayor crecimiento económico de la región, y uno de los más socialmente equilibrados, lo cual ha tenido eco en la arquitectura. Consciente de la realidad del país, pero cosmopolita, una generación de arquitectos jóvenes han hecho frente a ese reto, tan común en los países no occidentales, de conjugar los lenguajes internacionales con los invariantes regionales, el uso de las innovaciones tecnológicas con el recurso a los materiales vernáculos, las inquietudes cívicas con la búsqueda de la identidad y, en fin —y dicho a través del inevitable tópico—, la inspiración en la modernidad con la cortesía a la tradición.
Los cuatro ejemplos seleccionados en este dossier dan cuenta de esta actitud de conciliación experimental, que responde al clima y al paisaje tropical, y trabaja con el espacio y los materiales en una clave sensorial pero también simbólica. Así, la Oficina de Agricultura Urbana en Ciudad Ho Chi Minh, del equipo local VTN Architects, convierte la flora tropical en emblema parlante del edificio; una estrategia que define asimismo a la Fábrica Jakob Saigon en Thuận An, del equipo de Hanói G8A Architects. Por su parte, el edificio Premier Office en Ciudad Ho Chi Minh, de la también oficina local Tropical Space, se abre a la ventilación mediante sus poderosos y porosos huecos de ladrillo, en tanto que el Museo Đạo Mẫu en la periferia rural de Hanói, del estudio radicado en la capital ARB Architects, coloniza su exuberante entorno mediante pabellones construidos con tejas provenientes de las cubiertas de casas abandonadas, como si evocara el genius loci a través de su materia entrópica y memoriosa.